Inundados de virus otoñales

Seguimos aquí, un año más viejos, con la depresión post-cumple (¡y la pre-cambio de hora!) e inundados de virus, que nos tienen durante el día de hoy encerrados en casa a los warriors y a mí. 

Los warriors se han despertado esta mañana con una diarrea importante. Asumimos que es un virus estomacal de los que campean a sus anchas por el cole de Samuel (y por la guarde de Martín también) y que los enanos han "adoptado" y se han traído a casa a pasar el fin de semana. Yo voy ya por el tercer o cuarto paquete de Kleenex en lo que va de día, tengo esa sensación asquerosa de que mi cabeza ha multiplicado por cuatro su tamaño (sé que no, porque los warriors me lo habrían dicho, seguro!) y voy arrastrando mis huesos por la casa, igualito que si estuviera ensayando un espectáculo de miedo para Halloween... sólo me faltan las cadenas agarradas a los talones. 

Con este panorama para el fin de semana, mejor os cuento cómo nos fue el finde pasado, cuando todavía estábamos todos sanos y felices. 

El sábado cumplí años! En principio habíamos pensado irnos un par de días fuera de Dublín con el tío Tato, pero el tiempo estaba asqueroso, así que decidimos posponer la salida y disfrutar del día cerca de casa. Estuvo muy bien la verdad, tranquilo, pero muy bien. 

Me gustó especialmente la comida: fue en un mexicano-texano: el Pablo Picante 



A falta de callos a la madrileña, o unos caracolitos a la llauna que es lo que yo me habría metido para el cuerpo, pues los "burritos" me parecieron una muy buena opción. Me encantaron. 



El sitio es chiquitín, pero la decoración está muy graciosa. Muy bien, repetiremos seguro.




Por la tarde, después de siesta y merienda, tocó la hora del pastel. Uno sencillito de frutas del bosque, recién hecho y jugosísimo. Pedimos un deseo, apagamos las velas entre todos 



y nos comimos un trocito con un café (los niños con un vaso de leche).  




Los regalos llegaron el domingo en forma de ramo de rosas que me dieron estos dos:




pero que era de parte de los tres (si al final va a tener razón papá cuando dice eso de "es que tienes un maridito que no te lo mereces") 




y ayer mismo me llegó otro (mismos remitentes): una trenca roja preciosa, a la que había echado el ojo el invierno pasado y que ya me veréis un montón de veces en las reseñas invernales. 

Ahora os dejamos, nos vamos con nuestros virus, nuestras abundantes cacas y nuestros mocos a la cama. Esperamos que mañana la cosa amanezca mejor "sanitariamente" hablando, claro. Besos de los warriors!

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